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La Estatua del Nuevo Moskitiano: la encrucijada de YATAMA

By Larry Montenegro Baena

Cuando en el año 2001 la Policía Nacional quitó la bandera de YATAMA que yacía postrada en la estatua de la resistencia indígena popularmente conocida como “El Indio Guerrillero” en el municipio de Bilwi, la organización política indígena YATAMA denunció no la materialidad del hecho, sino el acto simbólico del gobierno central del entonces presidente Arnoldo Alemán quien literalmente había excluido a la organización política indígena de sus derechos a la elección y participación política bajo sus propias formas de organización social y política tradicionales. Cuatro años más tarde, este tipo de denuncias desembocarán en una demanda que llegará a la Corte Interamericana de Derechos Humanos.

El acto alegórico de quitar un símbolo tan representativo de la historicidad, memoria y lucha política de un pueblo ha sido una estrategia de control político y, cual contragolpe, el rechazo a esta acción es, en igual medida también un acto de resistencia política.

En la arqueología histórica del poder podemos encontrar infinidad de ejemplos como estos. Tanto imposiciones como resistencias. Si revisamos, para el caso particular de la Moskitia, encontraremos una serie de casos similares que adquieren otros matices simbólicos en los que no necesariamente se destituye un monumento, sino, por el contrario, se utiliza el mismo espacio físico del dominado para darle un uso político distinto, como el caso de la casa del último rey mosco Robert Henry Clarence.

El busto de José Santos Zelaya impuesto en la entrada principal del parque reyes de Bluefields, que fue colocado junto al busto de Rubén Darío como símbolo del poderío zelayista, fue puesto en un espacio público construido por su potencial detractor, el General Juan Pablo Reyes, quien sufrió el ostracismo luego de algunas rebeliones contra Zelaya. Sin embargo, años después cuando el régimen fue derrocado en 1909 bajo la rúbrica de la Nota Knox, el General Reyes regresó del exilio pero no quitó el busto ni colocó otro en su lugar.

La relevancia de estas expresiones simbólicas yace en su configuración. Pero el poder necesita figurar su acción estructurante en el imaginario público porque necesita develar su acto en representaciones estructuradas.

Estas representaciones estructuradas están intrínsecamente relacionadas a la acción ejecutante que aunque sea fáctica o institucional, requieren de la aprobación o rechazo del dominado. Zelaya gozaba del poder en el momento de la colocación del monumento, es decir, contaba con la legitimación y garantía de su monopolio político y por esa razón era importante darle sentido a su poder a través de un acto performático.

Primera acción simbólica

La noche del lunes 6 de noviembre la estatua del Indio Guerrillero es tumbada por una turba violenta azuzada por el partido de gobierno. La policía nacional respalda simbólicamente la embestida de los ejecutores materiales que no nada más tumbaron el monumento, sino también lo intentaron destrozar una vez caído.

No es extraño que la estatua sea derribada un día después de la celebración electoral. Pues, la declaración victoriosa a favor del partido del gobierno central al ser oficialmente divulgados los resultados preliminares en los medios de comunicación, detonó la confrontación entre los militantes de YATAMA y el FSLN.

Aunque el Consejo Supremo Electoral indicó la misma noche del domingo, tras el cierre de las urnas, que de 399 boletas electorales se utilizaron únicamente 118 boletas: esto no desanimó a los militantes de YATAMA quienes la noche del domingo celebraron públicamente la victoria del único partido regional.

Pero el lunes 6 de noviembre poco después de las 7:00 pm, la situación se tornó sombría. El único monumento público de Bilwi que representa la lucha histórica de los indígenas de la Moskitia contra la dominación estatal-colonial fue derribado sin reparos y con la complicidad de las fuerzas coercitivas del Estado.

La violencia mecánica ejercida contra la estructura física sólo fue la evasión de los mismos nativos aliados al régimen de no reconocer en el objeto material el reflejo de una subjetividad ancestral. Fue la catársis de la negación instrumentalizada por un poder político institucional que canaliza el odio infundado hacia su propio hermano, su propia etnia y contra su propia racionalidad social. Es el triunfo de la partidocracia sobre la organicidad, la gloria de la política institucional de partidos sobre el tejido social comuntario.

 

El Indio Guerrillero fue elaborado a finales de la década de los 80 y colocado a inicios de la década de los 90 – justo cuando comienzan a funcionar los Gobiernos Autónomos Regionales en la Moskitia -, en una zona céntrica de Bilwi en memoria de la resistencia indígena que combatió al sandinismo estatista durante el período de la revolución sandinista. Este monumento hecho de arena, cemento y hierro no representa sólo la lucha armada del indígena moskitiano de carne y hueso, sino toda su historicidad y memoria.

Por esa razón, la destrucción física del mismo fue la inauguración simbólica del nuevo control administrativo sobre un municipio que históricamente ha sido el bastión de YATAMA. Es decir, el poder ejecutó una representación estructurada porque está legitimada no solamente por las garantías que brinda el gozo del poder situado en un contexto y temporalidad que le favorece, sino también por la proyección del mismo en el imaginario colectivo.

Derribar al Indio Guerrillero le da un sentido estructurado al poderío del que domina. Este mismo sentido proyectado del poder lo ejecutó el gobierno de Zelaya al ocupar la casa del último Rey Mosco para uso oficial. La casa se utilizó como oficinas de las nuevas instituciones coloniales y eventualmente se convirtió en un edificio para la institución coercitiva del Estado para figurar un tipo de control subjetivo sobre espacios de representación del sometido.

Segunda acción simbólica

El martes 7 de noviembre a eso de las 11:00 am, sobre las cenizas de la radio comunitaria del partido YATAMA los seguidores del partido de gobierno, bajo custodia de la policía nacional izan la bandera del FSLN en una de las antenas de la radio Yapti Tasba Bila Baikra.

Este segundo acto performático es popularmente conocido en la historia del poder, pero no por ello es menos importante. La radio comunitaria indígena y la Casa Verde fue incendiada la noche anterior y aún con brasas humeantes en rincones de ambos edificios osaron en colgar la bandera roja y negra del FSLN como señal arrolladora de su poder.

El Indio Guerrillero tumbado el día anterior preconizó el sentido estructurado de la nueva configuración del espacio de una ciudad conquistada – en el sentido colonial del término – por la nueva administración política. Sin embargo, cabe resaltar que esta connotación colonial no es fortuita. Pues, la alcaldía de Bilwi y el Consejo Municipal han sido históricamente controlado por ambos partidos políticos durante el periodo de alianza entre el FSLN y YATAMA. Eso explica, entre otras razones, por qué en este nuevo escenario electoral la violencia tanto simbólica, política y performática rebasó los márgenes tácticos.
El desafuero del Upla Tara, Brooklyn Rivera, como diputado en el año 2015 pero sobre todo la poca flexibilidad de negociación y nulo acercamiento de YATAMA frente al FSLN afloraron una rivalidad simbólico-política sin precedentes. Es decir, la combinación YATAMA – FLSN ya no figura siquiera en las representaciones contractuales del tamiz político nacional ni mucho menos regional.

La relación de estos dos grupos políticos está muy rota, no pinta para ninguna negociación de interés común y el reciente performance político dibujó un nuevo escenario en el que YATAMA inicia una nueva encrucijada en el entramado político regional y nacional.

En este entreacto político la organización indígena más dinámica en latinoamérica tendrá que replantearse su próxima puesta en escena tanto regional, nacional e internacionalmente.

El Nuevo Indio Guerrillero. El Nuevo Moskitiano

Con los recientes resultados de las elecciones municipales en la Moskitia (tanto en la RACS como en la RACN), queda claro que las contiendas electorales de la organización política YATAMA frente a los partidos políticos nacionales no es ya una apuesta que merezca la pena emplearse como catapulta para la libredeterminación regional.

El hermetismo y poca credibilidad en el Consejo Supremo Electoral y el control total del FSLN sobre todas las instituciones, tanto la corte suprema de justicia como la policía nacional, confinan al partido YATAMA al más deplorable aislamiento de la escena política en su propia región cuando se sabe que algunos municipios importantes como Bilwi, Waspan y Prinzapolka han sido históricamente bastiones de YATAMA.

Sin embargo, hay esperanza. La resistencia leal y consecuente que anida en las bases de YATAMA es verdaderamente admirable.

A pesar de la persecución política, el oprobio, la censura y la ausencia de dispositivos políticos que les permitan volver a una escena más prometedora como partido político, YATAMA cuenta con un sendero poco explorado en su encrucijada: el vuelco hacia el movimiento social.

En este horizonte de sentido YATAMA está en el momento de enrumbarse a sus orígenes como movimiento social para recuperar su sentido prístino y fundacional.

Ante el avance de las agroindustrias de palma africana que cada día carcomen decenas de hectáreas de bosque de coníferas y contaminan ríos con agrotóxicos sin reparar el daño medioambiental despreciando el empoderamiento de los gobiernos comunales al no pagarles siquiera arriendo de sus tierras.

Frente a la paraestatal maderera más grande que saquea sin escrúpulos una de las reservas forestales y biodiversas más vulnerables de la región.   La pérdida de soberanía alimentaria de las comunidades debido a la deforestación, la colonización y la invasión de las mafias tomatierras, ganaderos, madereros y mineros. La necesidad de la autoprotección comunitaria y la ausencia de seguridad en todos los ámbitos de existencia de las comunidades.

En fin, ante la pérdida de la territorialidad y el derecho de vivir de los pueblos bajo sus propias formas ancestrales de convivencia con los ecosistemas de la Moskitia. YATAMA puede enrumbarse en un movimiento integral regional que realce un proyecto político comunitario, intercultural y decolonial que ponga en perspectiva la defensa de la vida, el territorio, la comunalidad y la autonomía.

Para ello, YATAMA deberá refundarse desde sus entrañas. Tendrá que transformar su estructura militante y su foco ideológico fuera de la política institucional y lejos del sistema de partidos.

En la Asamblea General de la Moskitia, celebrada a finales de febrero del 2016, se patentizó la importancia de la articulación de las comunidades bajo su modelo de elección tradicional y participación política. Es decir, las formas de organización social y política de las comunidades aún siguen vivas y fuertes y esto puede catapultar a YATAMA hacia la demanda de un cambio profundo de la administración política que desemboque en un modelo integral de administración de los recursos de la Moskitia de manera sustentable que permitan la creación de modelos de desarrollo más integrados, sostenibles, coherentes con las necesidades reales de las comunidades sin depender de la centralización de las rentas ni del clásico modelo extractivo, dependiente y de enclave.

Los avances que subsisten en materia de propiedad comunal y el funcionamiento de los Gobiernos Territoriales son instrumentos tanto jurídicos como administrativos que abren puertas para romper con las cadenas de la centralización y nos permiten, indudablemente, emprender nuevos horizontes autogestionarios a nivel regional amparados en leyes especiales y convenios internacionales.

El modelo de administración municipal ha sido históricamente un engorroso anquilosamiento para el empoderamiento de las autoridades comunales. Es inoperante, asimétrico y reproduce una dominación centralizada que obliga a las comunidades a afiliarse al rancio modelo de partidos y enrumbarse en una estresante dinámica de contiendas electorales que minan la libredeterminación de los pueblos de la Moskitia.

Por esa razón, el nuevo Indio Guerrillero, [que sería esencialmente la proyección del Nuevo Moskitiano] tiene la oportunidad de ser reconstruido desde la base de un movimiento social integral que sea símbolo de un nuevo proyecto societal regional alternativo que tome en cuenta la historicidad de las luchas ganadas encarnadas en la autonomía pero, sobre todo, también un nuevo horizonte regional que performatise una militancia crítica, decolonial, comunitaria, socioambiental e intercultural que dote de sentido estructurante a la nueva Moskitia.